31 octubre, 2006

No me canso nunca de hablar

A menudo, sobre todo al estar cerca de una ventana, me dan ganas de saltar al vacío. Saltar, sólo para sentir que nada me ata al suelo, que nada me atrae a este mundo. No te asustes, no quiero morir. Sólo es curiosidad, ganas de huir, de escapar del silencio en el que habito, de romper ese tremendo desequilibrio entre la incansable voz que vive dentro de mí y la extensa región silenciosa que me rodea.

Saltar las barreras con el mundo, dejar que el mundo de mi cabeza se funda con el mundo exterior, que me conozca todo aquel que quiera, vivir en el mundo real, sin esconderme de nada ni nadie, viviendo el aquí y el ahora. Sin embargo en ese momento, abro los ojos, respiro y recuerdo el terrible dolor que supondría llegar al suelo y dejar que todas esas miradas penetraran por las heridas de mi cuerpo.